jueves, 28 de abril de 2011

Las condenas de la pregunta

La pregunta, hoy se pasea por estas líneas, se arrastra como puede, porque sus cadenas no la dejan moverse demasiado.  Su aspecto es el de la desposeída, la arrojada a un reducto muy pequeño en donde olvidada, mantiene el anhelo de su poseedor. ¿Quién arrojaría, encerraría, callaría,  despreciaría, olvidaría, a aquella que sin embargo sostiene la causa de lo deseado? La pregunta se ha quedado sin su poseedor,  pero a la vez el poseedor se ha quedado desprovisto de lo que ella guarda.

En los comienzos, ya sea de la civilización como así también en la infancia del hombre, la Pregunta fue recibida como un hallazgo, por qué no decir como una gran conquista, ella  sería  un punto de llegada y a la vez de partida para nuevas travesías.-
En la actualidad, se levanta el imperativo de la respuesta, de las argumentaciones, del conocimiento, que se multiplica en las diferentes avenidas de la vida cotidiana de cada uno.
Hoy el hombre tiene que ser aquel que solo de respuesta, ¿a qué? a cada uno de los requerimientos que le llegan. Atrapado en el imperativo de producir una respuesta, que a la vez tenga las cualidades de ser efectiva, resolutiva, duradera y extensiva a muchos; o sea que la respuesta se conserve efectiva en un tiempo y espacio sin que nada venga a agrietar la resolución que pretende sostener.-   
En este imperio en el que el hombre se encuentra amurallado, poseedor desposeído, es el productor de un sin número de respuestas que a las vez no responden, ni se aproximan a lo que sería su pregunta.-
Hay ocasiones que permiten vislumbrar lo que produce la emergencia de la pregunta. Hacia ella se lanzaran los juicios más diversos, los mismos que forman cada uno de los eslabones de la cadena en que la Pregunta se encuentra agazapada.
Cadena de juicios y juicios en cadena para que la Pregunta se mueva lo menos posible, para que no se deslice demasiado; pero a veces se siente aunque más no sea que ella está ahí cuando hace escuchar el ruido de su cadena.
Pero veamos esas pequeñas ocasiones en que ella asoma, ¿qué es lo que surge cuando alguien produce una pregunta? 
Lo primero que aparece, con la pregunta,  es que alguien se animó. Como si hubiera transgredido algo en ese preciso instante, el umbral de un juicio.
Quien se animó esta animado, esta movido por algo en su vida anímica. Que alguien, se anime, esta produciendo un movimiento en él y en otros al mismo tiempo. Allí, quien preguntó, quizás sea el generador de otras preguntas en él y en otro, ¿cómo se animó?, ¿cómo preguntó?.  Pero rápidamente, un arsenal de artilugios se preparará para callar la pregunta.-
Estarán preparadas las balas que digan, ante una pregunta:
Que tontería esta preguntando.
Cómo no sabe eso.
Qué mal formulada esta la pregunta.
Cómo fue a preguntar eso.
En este caso, la Pregunta, que cortó sus cadenas se encontrará con la artillería que la devuelva a su lugar, si todavía sobrevivió a las balas dirigidas.-   Pero como todos saben, ante cada condena, se elaboran los argumentos del juicio, así que no faltará quién argumente una extensa respuesta para sellar la condena de la pregunta.-

Desenlaces:
Este espacio se abre a desenlazar  la Pregunta que cada uno se permita acercar, aproximar, con las dificultades mismas que ello suscita. Desde el Psicoanálisis, la pregunta siempre es la causa que anima; y la causa del psicoanálisis es poder desenlazarla.
Por esto, este espacio se abre a la pregunta de cada uno, teniendo en cuenta que aquí “un decir” por mínimo que parezca es de gran importancia.   
Para el psicoanálisis lo mínimo, es la punta de un iceberg, se valoriza lo que en los más monumentales avances de la humanidad terminó siendo despreciado. ¿Qué habrá pensado el Titanic frente al insignificante asomo de hielo? , ¿Alguien se habrá hecho una pregunta? Y si alguien llegó a esbozar algo de una pregunta ¿se la habrá puesto rápidamente en condena?, ¿qué hubiera ocurrido si alguien la hubiese escuchado?

Re-enlaces:
Para terminar, quisiera dejar escrita una pregunta, que encontré hace un tiempo y que pertenece a Albert Einstein, y dice así:
“De lo que tiene real sentido en nuestra propia existencia casi no nos damos cuenta… ¿qué sabe el pez del agua en que nada toda su vida?”. (A. Einstein: “Mi credo humanista” Pág.18).



Psicoanalista Andrea Ponce.-

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